Cuando habitamos la soledad transitamos entre pensamientos, emociones o sensaciones a veces indescifrables, hasta el momento en que decidimos sumergirnos en ellas y pescar algo allí, es entonces cuando la soledad se vuelve una absoluta presencia de sí mismo. Al reconectar con ese potencial creativo descubrimos, nos sorprendemos, reinterpretamos, deducimos, cuestionamos y construimos nuestra realidad de una manera profunda y propia; la forma que tiene ese algo fecundo de llegar al mundo es el arte. Él da cara, palabra, luz, movimiento y melodía, y es, a través suyo, como nos encontramos con otras sensibilidades y soledades, y nos sentimos comprendidos, de cierta manera acompañados; el arte es la manifestación más amplia de comunidad, como humanidad nos acercamos, pese a los siglos viajeros y a los largos caminos que existen entre nosotros, a través de cada obra, de cada creación, de cada idea cuidada amorosamente, madurada y materializada.
Crear otros mundos posibles para esta humanidad – que a veces agoniza de tanta realidad- es un gran gesto de amor, de capacidad, de ingenio, de algo más que talento.
El audiovisual es uno de los formatos más versátiles y completos para crear universos narrativos porque estimula más sentidos que cualquier otro arte, quizá por esto la sociedad actual basa su economía en contenidos de este tipo, el consumo diario de imágenes, videos y formatos híbridos es sorprendente, cada vez vemos emerger más talentos en la industria audiovisual local y el ecosistema laboral se va nutriendo y ampliando visiblemente, cada vez hay mejores posibilidades para vivir de esta pasión de contarnos.
Si el mundo está hecho de historias, nosotros lo hacemos más grande, diverso y sorprendente, dándole vida a nuevos relatos en la experiencia de ser Crea2res, un espacio de aprendizaje dinámico y vivencial, en el cual, a partir de talleres y rodajes, descubrimos todas las posibilidades que hay en el delicioso juego del audiovisual.
Autora: Ana Miel
